La famosa frase: “El teletrabajo es un desafío que llegó para quedarse” es tan cierta como la emocionalidad que lo ha acompañado. 

Hemos ido evolucionando, el ser humano en las últimas décadas ha aumentado su capacidad para manejarse ante los cambios tecnológicos e innovadores, sin embargo, lo que ha sucedido desde principios del 2020 a hasta la fecha, nos ha “movido literalmente el piso”.  

Para los que ya tenían la tarea hecha, aquellos que ya venían practicando el home office, no los tomó tan desprevenidos, pero para una gran mayoría ha sido una montaña rusa de emociones. 

El marcar distancia entre el espacio laboral y el espacio personal, es fundamental para el bienestar, necesitamos que nuestro cuerpo y mente sientan esa diferencia, entonces, ¿Qué pasa cuando no hay separación? 

Definitivamente comienzan a aparecer reacciones, como mecanismos para afrontar esa nueva realidad, en muchos casos, en forma inadecuada, lo que ha afectado considerablemente los estados de ánimo, salud, productividad y relaciones con la familia y compañeros de trabajo.

Surge entonces la necesidad de tener momentos de autoconciencia y reflexión, ¿Qué emociones han estado en juego?, ¿Cuándo, dónde y en compañía de quién aparecen?, ¿Dónde siento esa emoción, en qué parte de mi cuerpo?, ¿Cómo se manifiesta? Con esto, damos el primer paso de reconocimiento sobre aquellos aspectos que nos inspiran y los que nos anulan o afectan. 

Una buena gestión empresarial, debe comenzar por conocer la emocionalidad de sus equipos, cómo han fluido y evolucionado desde el inicio de la pandemia hasta ahora y cuáles son las estrategias de apoyo y seguimiento que han puesto en práctica para su bienestar pleno. 

El miedo, la incertidumbre, la tristeza han estado presentes en todos los integrantes, de allí que, la transparencia y sinceridad con la que los líderes asuman sus emociones ante sus colaboradores los humanizará y abonará el camino hacia una relación empática. 

Hoy más que nunca es necesaria una supervisión cercana, genuina, tolerante y comprensiva y no solo en los aspectos de rendimiento laboral, sino en la generación de espacios, donde las personas puedan expresar su sentir, y así, en forma conjunta, reconocer esas emociones y gestionarlas en forma individual y grupal.

Lo anterior redundará en la motivación y engagement del empleado con la empresa, y por ende en la productividad y rentabilidad. 

Las empresas han establecido estrategias de apoyo a sus empleados con equipos, software, materiales, conexión a internet, mobiliario entre otros. Sin embargo, para manejar esas situaciones que nos agobian, que generan un gran estrés y que nos hacen sentir inútiles, poco productivos y sin control, tenemos que asumir la responsabilidad y el compromiso de procurar nuestro bienestar físico, mental y emocional.

  • Contar con un espacio único para el trabajo, que sintamos parte de nosotros, ordenado y sobre todo que sea confortable y con detalles que nos conecten en positivo. 
  • Establecer hábitos, rutinas, horarios, en los que consideremos no solo la agenda laboral, de reuniones y tareas, también las pausas activas, tiempo con la familia, el entretenimiento y crecimiento personal.
  • Conciencia plena.  Una cosa a la vez.
  • Movimiento corporal a través de: ejercicio, yoga, deportes.
  • Propiciar momentos de meditación y reflexión. 
  • Mantener un descanso y alimentación adecuados.
  • Generar fuertes conexiones con amigos y familia. 

¿Qué lograremos? Tranquilidad, sensación de control, sanidad, gestión adecuada de las emociones y pensamientos abiertos que fortalecerán nuestra autoestima, nos harán sentir motivados, creativos y en plenitud.

“Las crisis son oportunidades disfrazadas…” Hay que vivirlas, sentirlas y aprender de ellas.

Ana Rosa Negrin 

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