Hay días en los que todo viene acelerado. Como si de repente el mundo y su caos cayera sobre ti, ilógico, desordenado y frenético. No lo puedes gestionar. Los acontecimientos te absorben y te arrastran de tal manera que quedas anonadado y sin capacidad de reacción.

Otros días, sin embargo, va todo despacio. Desesperadamente lento. Esperas y no ocurre nada. Dejas pasar el tiempo y todo está igual. Te abruma la espera. La inactividad te mata. 

Fíjate que, en ambos casos, tienes la percepción de que nada de lo que sucede es susceptible de ser cambiado. Imposible. Sientes que estás  montado sobre el caballo loco de la vida pero sin riendas. Una locura. Desesperación. 

Ambas situaciones suelen ocurrir con bastante frecuencia y nos provocan estados de ánimo opresivos. 

Imagina por un momento que frente al caos decides introducir la calma o que a la lentitud le opones la acción determinada y rápida: todo llega acelerado, te relajas; todo es demasiado pausado, aceleras. 

Este binomio caos contra orden u orden contra caos te convierte en protagonista de tu situación, de tu vida. Pasas de ser el esclavo de tu realidad a ser el elemento decisor.

La gestión coherente de las emociones propias nos permite ser domadores de los acontecimientos, protagonistas activos de lo que nos ocurre. Provocando el destino nos responsabilizamos de nuestra vida.   

Javier Ribas

Uso de cookies

Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies

ACEPTAR
Aviso de cookies