DESHAZTE DEL EGO para alcanzar MÁS BIENESTAR

DESHAZTE DEL EGO para alcanzar MÁS BIENESTAR

Descripción del ego

El ego es un mecanismo de defensa relacionado con el instinto de supervivencia. Es un sistema automatizado de detectar peligros. No tanto peligros físicos, sino peligros que podrían debilitar mi auto-concepto, mi auto-imagen y la sensación de valía. Es como si el cerebro quisiese protegerse detrás de un pensamiento del tipo “Mi valía depende del exterior. Y cualquier cosa del exterior que ponga en duda mi valía debe ser alejada”. 

El ego se alimenta y goza con la apreciación de los demás. Disfruta con el reconocimiento y la aprobación. Se crece con los éxitos, las buenas notas, los premios, los ascensos y las riquezas materiales que vas consiguiendo atesorar.

El sistema del ego está preparado para considerar un gran número de sucesos como “amenazantes a mi auto-concepto”. Y ese sistema busca preservar el auto-concepto, la auto-imagen y la sensación de valía alejando esos elementos perturbadores. 

El ego es victimista. Culpa a los demás de mi sufrimiento. El ego quiere que cambie lo de fuera. 

El ego mira constantemente hacia el exterior. Creemos que el mundo exterior es el causante de nuestros males.  

En el ego se encuentra el miedo, la búsqueda de aprobación, la culpa, las acusaciones. Si te liberas del ego encontrarás tu verdadera esencia. Tu esencia está formada de amor, el hacerte responsable de tu vida, el perdón, la sabiduría, la libertad, tomar conciencia de tu vida, la comprensión.

El ego está formado por procesos mentales. Si no conoces la mecánica, no podrás reconocerlo y te vas a identificar con el ego. Vas a pensar que tu ego y tú sois lo mismo. Cuando reconozcas el ego como algo separado de ti es cuando la conciencia resurge. Alcanzas mayor sabiduría. Si te das cuenta que una emoción desagradable proviene de tu ego te resulta mucho más fácil manejar esa emoción y transformarla en otra mucho más satisfactoria para ti. Aplicar a tu ego la luz de la conciencia te llena de más bienestar.

El ego está especializado en quitarte el presente para que toda tu mente se llene de pasado o de futuro. Tu ego te mantiene centrado en alcanzar más cosas que otras personas, vencerles, luchar, en defenderte de fantasmas que no existen. El ego es separación. El ego está relacionado con la competición, la individualidad, la diferenciación. El ego divide a las personas. En ocasiones rompe vínculos entre parejas, entre amigos, o entre la familia de una forma permanente.

En aquellos momentos en los que el ego no está, no hay sensación de lucha porque no hay necesidad de quedar por encima, de ganar o de tener que estar protegido de ataques.

El ego produce ansiedad y miedo. El ego quiere cambiar las cosas externas. El ego crece cuando compite, cuando lucha contra otros y gana. Y cuando el ego se siente perdedor genera mucho malestar emocional. Para el ego es importante la idea de sentirse por encima de otras personas. Para el ego “estar por encima” es algo necesario. Ser mejor que otras personas. Para el ego es importante tener razón. Es importante no tener fallos ni defectos. Y por supuesto, el ego no quiere que nadie señale sus áreas de mejora, fallos o carencias. Eso sería terrible para el ego.

Cuando vences la necesidad de ser una persona perfecta, de ganar siempre, de quedar por encima, entonces haces que el ego deje de estar presente y te liberas de él. Todo fluye. Surge entonces espontáneamente más bienestar.

Cuando vences la necesidad de ganar surge espontáneamente más bienestar

Las frases que vas a leer ahora son frases pronunciadas no por tu mente racional, sino por tu ego. Si sientes cierta identificación con alguna de estas frases significa que tu ego ha estado de alguna manera presente en ti. Seguramente en ese momento hayas sentido dolor emocional. Esas frases son: “No puedo permitir que me hagan esto”. “No puedo permitir este menosprecio”. “¡Pero quién se ha creído esta persona para hacerme eso!”,“Esto es un insulto hacia mí”, “Ya me las pagarán”, “Si no me pide perdón que ni me hable”, “Es horrible que me estén criticando esto”, …

Cuando te acostumbras a pasar por situaciones calmando a tu ego, el resultado es que las mismas situaciones no te alteran. El ego te lleva a responder de manera ineficaz a situaciones del entorno. Las personas que tienen mucho ego son más susceptibles a enojarse. Y encuentran cientos de circunstancias a lo largo del día para hacerlo. Cada evento que sucede tiene una probabilidad altísima de convertirse en una batalla en la que se necesita resultar ganador.  El ego nos lleva a ver muchas situaciones como amenazantes.

Las personas que tienen mucho ego son más susceptibles a enojarse ante comportamientos o comentarios de los demás.

El ego, el perro y la fiesta de disfraces

Imagínate que tu ego es un perro que te ama con locura. Le has cuidado desde que era un cachorro. Cuando era pequeño podías sostenerlo e izarlo en el aire con una sola de tus manos. Cuando te mordisqueaba, no alcanzaba a pellizcar con sus dientes más que uno de tus dedos. Unos años más tarde el perro ha crecido y tiene unas garras firmes y robustas, unas piernas con músculos desarrollados y una mandíbula potente y fuerte. Es un perro noble que te acompaña y te quiere por encima de todas las cosas. Trataría de defenderte y de dar la vida por ti si fuese necesario, porque para tu perro lo eres todo.

Imagínate también que es tu cumpleaños y has decidido celebrar en tu casa una fiesta de disfraces. Has convocado a un montón de amistades para que vengan a celebrarlo contigo. El único requisito que les has puesto a tus amigos es que necesitan venir disfrazados a tu fiesta. Te encantan los disfraces, y sabéis que será una forma de divertiros mucho.

En el momento en el que el primero de tus amigos llama a la puerta, el perro se acerca a la ventana para ver quien hay al otro lado. Lo ha hecho antes otras muchas veces. Cuando abres la puerta y entra una persona vestida con una túnica roja, un tridente puntiagudo en una de sus manos y una horrible máscara con cuernos retorcidos, el perro entra en pánico. Comienza a ladrar salvajemente tratando de defenderte. Muestra todos los dientes de forma agresiva y gruñe. En ese momento agarras con fuerza al perro del collar. Te cuesta que se calme porque se ha alterado muchísimo, pero al cabo de unos segundos se tranquiliza y olisquea al visitante para darse cuenta de que no es realmente ninguna amenaza. Todo está bien. Tu amigo se quita la máscara y el perro lo reconoce. El pobre animal vuelve a la calma. 

Pero al cabo de un rato llaman de nuevo a la puerta. Una nueva persona disfrazada activa todas las alarmas en el perro, que se abalanza en dirección al intruso. Llegas a enganchar al perro de nuevo, y le calmas haciéndole ver que no hay nada que temer. Que no hay ningún peligro. Y sucede lo mismo varias veces más, con cada una de las visitas.

Tu perro nunca había sido agresivo, pero en esa fiesta cada uno de los invitados parece que le altera sobremanera. Se exalta durante unos minutos cada vez que una nueva persona disfrazada se asoma, hasta que se da cuenta de que no hay realmente ninguna amenaza de la que defenderte. Que no pasa nada malo. Que está seguro y tú estás seguro, en ese entorno. El perro se tranquiliza, se calma, y llega un momento en el que es capaz de gozar y jugar, acercándose a los invitados de forma amistosa. 

A tu ego necesitas enseñarle lo mismo que al pobre animalillo. Necesitas enseñarle que no hay necesidad de ponerse a la defensiva ni de atacar. Necesitas enseñarle que la inmensa mayor parte de las cosas que ve como peligros, no son más que falsas apariencias de amenaza. No son más que situaciones disfrazadas de hostilidad hacia ti, que no son realmente ataques. Que no hay ningún peligro, y por lo tanto no hay ninguna necesidad de defenderse. Tu ego puede entonces calmarse. Puedes enseñarle a tu ego que no hay ninguna batalla que luchar. Que no hay ninguna necesidad de vencer a nadie. Que no hay razón para querer quedar por encima. Que todo está bien. Y es la frase que le repites al ego para que se tranquilice. Todo está bien. Déjalo pasar. Todo está bien. Suelta y déjalo ir. 

Tu ego se calmará cuando vea que no hay razón para querer quedar por encima.

Tu ego tiende a verlo todo como un ataque hacia ti.

Estrategias para deshacerte del ego:  Cuadro frases que te cambiarán la vida.

Si partimos de la idea de que tu ego se ha ido formando durante unos cuantos años (todos los que tienes) puede llevarte a la idea de pensar que deshacerte de tu ego puede ser una tarea muy compleja que suponga mucho esfuerzo. La realidad con la que me he encontrado en mi consulta de psicología en Valencia es más bien la contraria. Muchos de mis pacientes tenían como punto en común que su ego les impedía disfrutar de su vida. Algunos tenían conflictos frecuentes con su pareja motivadas por su ego. Otras no se trataban con compañeros de trabajo. Incluso he tenido a decenas de personas que no se hablaban con sus padres o con sus hermanos. También he atendido a personas que sin llegar a tener un gran conflicto con nadie tenían frecuentes momentos en los que se sentían ofendidas. Generé la certeza de que:

“Quien se ofende con facilidad, encuentra cientos de motivos cada día para hacerlo”

Para deshacerte de tu ego aplica de forma constante estas 4 frases

Frase 1. “Tú tienes derecho a tener tu propia opinión”.

¿Alguna vez alguien te ha dicho esto: “Eso que dices no es así. Estás completamente equivocado”? Lo más probable es que tu reacción inmediata haya sido ponerte a la defensiva. Si la conversación sigue y esa persona te dice: “En esto otro tampoco llevas razón. Las cosas no son así como tú piensas”. Posiblemente tu inconsciente lo procese como un segundo envite. Un golpe certero directo a tu estómago que refleja un cierto impacto emocional. Súmale un nuevo: “¡Qué va! No es así como tú piensas. Para nada” y tenemos ya el calvo de cultivo sobre el que se han cocinado muchas enemistades. Odiamos que nos quiten la razón. Odiamos que nos digan que estamos equivocados. Y ese odio activa, como un resorte, cierto nivel de sufrimiento.

Odiamos que nos digan que estamos equivocados.

Acostúmbrate a permitir que los otros tengan su propia opinión. Ojo, que tengan su propia opinión no significa ceder, ni cambiar tú la tuya. Significa aceptar que ellos pueden tener una opinión diferente a la tuya y eso está bien. No necesitamos siempre vencer y que nos den la razón. Las dos opiniones pueden convivir sin necesidad de que una tenga que doblegar a la otra. 

Un paciente me dijo hace unos años: “Oye, Fernando, estas Navidades son las primeras que no he discutido con mi cuñado sobre política en la cena de Navidad. Todos los años nos enzarzábamos en una lucha que no solo nos amargaba la comida a él y a mí, sino también a mi hermana y a mis padres. Estas Navidades fue diferente. Recordé lo que hablamos aquí en las sesiones. Ahora cuando él me lleva la contraria pienso para mis adentros:

La opinión es como el culo, cada uno tiene el suyo.

Me sonreí con esta comparación tan acertada, que a él le había servido para poder intercambiar puntos de vista sobre política sin tener la necesidad de que el otro acabe cediendo y confesando que tenemos nosotros razón, y permitiéndole además que tenga su propio criterio, y eso está bien.

Cuando empiezas a interiorizar esta sencilla frase experimentarás una sensación de paz. De tranquilidad. Desde ese momento las personas te podrán decir que desde su punto de vista te estás equivocando, y puedes simplemente reconocer que desde su punto de vista puede que tengan razón.

Frase 2. “Tú tienes derecho a cambiar de opinión”. 

Esta frase se relaciona con otro de los elementos que hacen sufrir a las personas. Cuando alguien nos dice que piensa una cosa, y luego le ves actuar de forma contraria, te molesta. Piensas: ¿cómo puede estar haciendo esto si previamente me dijo que iba a hacer lo otro? Las personas no toleramos bien los cambios de opinión de los demás. Es como si el hecho de que alguien cambie de opinión generase un cortocircuito en nuestro cerebro. Para que el mundo esté bien, lo que uno dice que va a hacer tiene que corresponderse con lo que finalmente hace. Y nos molesta si encontramos diferencias.

La realidad es que todos, incluido tú, cambiamos a veces de opinión. Unas veces decimos una cosa y a los dos días hacemos la contraria. Hemos cambiado de punto de vista. O las condiciones para nosotros son diferentes, y aunque otra persona no conozca los motivos, nosotros sí sabemos porqué estamos haciendo algo diferente a lo previsto.

Que los demás mantengan su opinión está bien. Pero los demás pueden cambiar en cualquier momento de opinión, y eso también está bien.

Frase 3. “Dejaré de buscar que ojalá fueses más parecido a mí”. 

Tu ego te hacer que la diferencia te moleste. 

Sofía era una paciente de mi consulta de psicología en Valencia que trabajaba como maestra en un colegio.  Estaba casada con Juan, arquitecto. Tenían frecuentes problemas de pareja. Con su madre también se llevaba cada vez peor. El principal problema de Sofía es que tenía una manera rígida en la que ella pensaba que se tenían que hacer las cosas. Por ejemplo, Sofía hacía siempre una lista de la compra antes de ir al supermercado. Según ella, es una forma de no empezar a comprar cosas que luego no necesitas. Sus argumentos eran lógicos para ella. En algunas ocasiones Sofía llegaba a casa después de salir del colegio y había quedado con Juan ese día para ir de compras juntos. El último día ella se puso furiosa porque Juan no había hecho la lista mientras ella estaba en el colegio. No entendía la razón de que si él había estado todo el día en casa no había hecho la lista para poder ir a comprar cuando ella llegase a casa del colegio. Sofía necesitaba que Juan fuese más parecido a ella en cuanto a la organización y planificación.  En el momento en el que Sofía asumió que Juan podía tener también su propio criterio válido, Sofía disminuyó su irritación constante hacia él. Le aceptó como individuo separado de ella.

Frase 4. “Consideraré las críticas como una ayuda”.

Personalmente considero esta parte como la habilidad interpersonal más elevada. Como el tope de la pirámide de las habilidades sociales. Si pensásemos en las habilidades sociales como eso: como una pirámide, en la base estarían las habilidades que aprendemos en nuestra infancia. Esto es: a decir “gracias”, a pedir las cosas “por favor” y de ese modo cuando alguien nos regala un caramelo, nuestros padres nos solicitan: “A ver, ¿cómo se dice?” y nosotros respondemos hacia la persona que nos lo ha regalado “Gracias”. De ese modo comienzan un conjunto de reglas sociales y habilidades que nos hacen ser más efectivos para vivir en sociedad.

Un poco más adelante aprendemos habilidades de escucha activa. De ese modo, miramos a los ojos a las personas cuando nos hablan y asentimos con la cabeza. Que, aunque nos cueste al principio, con la práctica lo automatizamos y para la mayor parte de las personas pasa a ser algo habitual. Un poco más arriba en esa pirámide están las habilidades para iniciar conversaciones, hacer amigos nuevos, o incluso seducir o ligar.

Luego, más arriba, estarían las habilidades para resolver conflictos, para negociar, para persuadir y para influir en otras personas. Seguramente me deje alguna por el camino, pero lo que sí tengo claro es que en la cúspide está esa habilidad a la que muchísima gente le cuesta llegar, y que no es para nada fácil hacerlo bien. Porque es una habilidad muy vinculada con nuestras emociones, enraizada en el deseo de agradar con el que tomos hemos crecido, y no es otra que la habilidad para encajar adecuadamente las críticas de otros.

La habilidad para encajar críticas es una de las habilidades más avanzadas y más complejas de alcanzar.

Piensa por un momento en alguna situación en la que otra persona te haya hecho una crítica. La que sea. Trata de identificar cuál fue esa crítica. Dónde estabas cuando te criticaron eso. Qué te dijeron exactamente. Qué parte de tu comportamiento o tu forma de pensar estaban juzgando. ¿Lo tienes ya? Si no es así, detente y piénsalo un poco más. Ahora piensa en cuál fue tu respuesta emocional. Qué malestar generaste. Entre cero y diez, siendo cero que no te molestó en absoluto, y diez que te hizo bastante daño, ¿qué número elegirías en esa situación?. 

Si realmente has encontrado una situación y has contestado a las anteriores preguntas seguramente hayas visto que el malestar que has sentido es un número entre seis y diez. ¿Es así?

Llevo varios años preguntando esto a personas que han participado en mis formaciones y rara vez es cuando alguien encuentra situaciones calificadas por debajo de cinco. Las críticas nos molestan, y generalmente nos molestan mucho. Y más si vienen de gente que apreciamos y queremos, como suele ser el caso.

Esto no debería ser así porque las críticas rara vez tienen una intención de hacernos daño o molestarnos. La mayor parte de las veces tienen una intención de ayuda, o de solucionar alguna situación, o de mejorar la relación entre esa persona y tú. Pero no las gestionamos como que nos están tratando de ayudar. Más bien las interpretamos curiosamente como un ataque, un reproche, una queja hacia nosotros o una repudia ofensiva.

¿Cuál es entonces la forma madura, sensata y habilidosa para gestionar mentalmente esa crítica? ¿Hacia dónde debo dirigir el esfuerzo de mi pensamiento? Me gustaría proporcionarte una respuesta práctica, clara, directa y sencilla a esta pregunta. Cuando alguien te haga una crítica, detén el ego que va a salir a defenderte, y piensa:

“Esta crítica que me están haciendo no lleva mala intención de la otra persona, ni es un ataque. No tengo que ponerme a la defensiva. Voy a responder de forma madura a esta crítica, porque esa persona tiene intención de ayudarme con ella”

Considera las críticas como una ayuda

“No soy un desastre por tener algo que hay podido hacer mejor. Escuchar a esta persona es una buena forma de saber qué podría estar haciendo de otra manera, y me ayuda a pensar en los resultados que estaría teniendo si me comportase de esa forma. Yo puedo mejorar las cosas que me propongo mejorar, y escuchar las opiniones de los demás es una buena manera de descubrir cómo puedo mejorarla. Por lo tanto, voy a escuchar con atención la crítica en lugar de ponerme directamente a la defensiva, o bien en lugar de derrumbarme ante ella. No me va a afectar emocionalmente. Voy a mostrar control y entereza. Mi comportamiento va a ser de agradecimiento hacia la otra persona por haberse parado a criticarme. Voy a mostrarme de acuerdo con todo aquello con lo que crea que estoy de acuerdo de lo que me dice la otra persona. Y además se lo voy a expresar.  Voy a pedir opinión a la otra persona, con interés, sobre cómo cree que debería actuar en esa situación”

Pide opinión, con interés, sobre cómo se podría solucionar el tema que te han criticado.

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Fernando Pena Vivero

Psicólogo en Valencia

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