La inteligencia emocional en la era de la inteligencia artificial
En un mundo cada vez más digitalizado, la inteligencia artificial (IA) ha avanzado significativamente, transformando múltiples aspectos de nuestra vida diaria. Sin embargo, hay una faceta crucial de la experiencia humana que la IA aún no puede replicar: la inteligencia emocional. Aunque soy una ferviente defensora del desarrollo e implementación de la IA, es vital reconocer por qué esta tecnología no puede actualmente (y digo actualmente) leer nuestras emociones ni sustituir a la inteligencia emocional.
La Creación de Emociones en el Cerebro Humano
Según la neurocientífica Lisa Feldman Barrett en su obra “How Emotions Are Made” (2017), las emociones no son reacciones automáticas a los eventos externos. En cambio, son construcciones complejas creadas por el cerebro a través de la interacción de tres elementos clave:
Sensaciones corporales internas: Incluyen niveles de agua, oxígeno, sales, glucosa en sangre, urea y CO2.
Contexto: Las experiencias pasadas y el entorno actual.
Habilidad para nombrar emociones: Nuestra capacidad para asignar nombres a nuestras experiencias sensoriales.
El cerebro interpreta en tiempo real lo que sucede internamente utilizando las experiencias pasadas y el contexto presente, asignando un nombre a estas sensaciones, que es la emoción. Este proceso predictivo permite que, ante sensaciones similares, podamos experimentar emociones diferentes según el contexto.
Ejemplo de Interpretación Emocional
Consideremos un ejemplo para ilustrar este proceso. Si siento un cosquilleo en el estómago y mi corazón está acelerado antes de una cita romántica, mi cerebro puede interpretar estas sensaciones como enamoramiento. En contraste, si tengo una cita médica, las mismas sensaciones pueden ser interpretadas como nerviosismo. Aquí es donde entra en juego nuestro vocabulario emocional: un vocabulario más amplio nos permite describir nuestras emociones de manera más precisa.
¿Puede la IA Reproducir Este Proceso?
Para que una IA pudiera interpretar nuestras emociones de manera similar a nuestro cerebro, necesitaría:
Acceso en tiempo real a nuestros niveles internos de oxígeno, glucosa, etc.
Acceso a nuestros recuerdos y experiencias pasadas.
Imágenes del entorno actual.
Un vocabulario emocional extenso y contextualizado.
Este nivel de acceso y procesamiento es actualmente imposible para la IA. Las emociones son creaciones complejas del cerebro que dan significado a nuestras sensaciones corporales en relación con el mundo que nos rodea. La inteligencia emocional, por ende, es la capacidad de utilizar estas emociones de manera inteligente para tomar decisiones informadas y efectivas.
Este nivel de acceso y procesamiento es actualmente imposible para la IA. Las emociones son creaciones complejas del cerebro que dan significado a nuestras sensaciones corporales en relación con el mundo que nos rodea. La inteligencia emocional, por ende, es la capacidad de utilizar estas emociones de manera inteligente para tomar decisiones informadas y efectivas.
Mejorando tu Inteligencia Emocional
Si deseas mejorar tu inteligencia emocional, aquí tienes dos ideas simples pero efectivas:
Expande tu vocabulario emocional: Aprende los nombres de diversas emociones, prácticalos e incluso inventa palabras nuevas para describir lo que sientes.
Recategoriza tus emociones: Cuestiona la interpretación que le das a tus sensaciones corporales. Aplícales un nombre que te resulte más beneficioso y te haga sentir mejor.
En resumen, mientras la IA puede mejorar muchos aspectos de nuestra vida, la complejidad de las emociones humanas y la inteligencia emocional sigue siendo una frontera inexplorada para la tecnología. La capacidad de interpretar y gestionar nuestras emociones es una habilidad exclusivamente humana que nos permite tomar decisiones informadas, establecer relaciones auténticas y vivir de manera plena y consciente.
Para profundizar en el tema y aprender cómo desarrollar tu inteligencia emocional, visita nuestro sitio web www.asnie.org donde encontrarás más recursos y artículos inspiradores.
Marisa Sancho
Junta Directiva Asociación Nacional de Inteligencia Emoncional
La disociación es un fenómeno psicológico que provoca una desconexión de la mente con la realidad presente en la que está viviendo. Esta desconexión no llega a ser habitualmente total. La persona que sufre una disociación puede seguir siendo consciente de dónde se encuentra, de las personas que le rodean, incluso puede interactuar con ellas. Sin embargo, el cerebro lo procesa con una sensación de entumecimiento mental. El cuerpo puede generar rigidez, o también espasmos, movimientos involuntarios, tics, etc. Se percibe que el cerebro piensa mucho más lento, le cuesta. Habitualmente aparecen además alguno de estos síntomas habituales en las disociaciones:
Desrealización: La desrealización se vive como una sensación en la que el entorno se percibe como si no fuese real. Las personas que entran en una desrealización la describen como: “es algo así como si uno pensase que está en un sueño, que el entorno no es real”
Despersonalización: Las personas que sufren despersonalización sienten como que no se reconocen a sí mismas. Como si no fuesen ellas. Se ven y se sienten como si fuesen extrañas.
Amnesia. Se produce en ocasiones una pérdida parcial de los recuerdos de qué ha sucedido durante la disociación.
Falta de percepción del tiempo.
Mareos
La mayor parte de los pacientes con disociación que he atendido en mi consulta como psicólogo en Valencia, su disociación partía de un evento traumático que habían sufrido muchos años antes. En aquel momento, la disociación era un recurso incluso útil para el cerebro, para protegerse de una situación tremendamente aversiva o dañina que el sujeto estaba teniendo que sufrir, en la que el procesamiento mental de la misma acarrearía muchísimo dolor físico o sufrimiento emocional. El cerebro usó ese mecanismo de desconectarse de la realidad y en ese momento pudo ser útil por tener un sentido protector.
Yo suelo comparar ese mecanismo de desconexión que te acabo de describir con la caja de diferenciales o magnetotérmicos que tenemos en la entrada de nuestras casas. Seguro que junto a la puerta de tu casa también hay una caja eléctrica con unos cuantos botones negros, ¿es así?. Esa caja sirve para protegerte y proteger los electrodomésticos que tienes en tu vivienda de cualquier sobrecarga repentina el el flujo eléctrico hacia tu casa. Así, si cae un rayo en tu localidad, y el rayo se va transmitiendo por el tendido eléctrico, al llegar a tu vivienda esa caja de diferenciales detecta rápidamente la sobrecarga y corta la conexión de tu vivienda con el exterior. La aisla. Nuestro cerebro puede hacer lo mismo: si algo del exterior es interpretado como tremendamente hiriente, el cerebro hace puede llegar a hacer que nos disociemos de forma inmediata. Corta nuestro vínculo con el exterior. Nos aisla.
Sin embargo, cuando el cerebro se desconecta de la realidad para protegerse, puede permanecer en el tiempo esa experiencia en forma de memoria procedimental. La memoria procedimental es aquella que no utiliza recursos conscientes para ejecutarse. Hace que las cosas sucedan en modo automático. Un ejemplo de memoria procedimental puede ser el hecho de abrochare un botón, o de atarse los zapatos. No necesitas prestar atención consciente para hacerlo. Puedes mantener una conversación con otra persona mientras se ejecutan estas memorias procedimentales para llevar a cabo un comportamiento. Las disociaciones suceden del mismo modo automático. Se ejecutan sin supervisión de la parte racional de nuestro cerebro: el neocórtex.
En una primera situación de disociación, se instaura con fuerza una memoria procedimental de desconexión, y la mente puede recuperar automáticamente esa desconexión con cualquier cosa que le recuerde a aquella primera vez. Es ahí cuando pasa a ser patológico. Es como si la caja de diferenciales de tu casa bajase automáticamente todos los botones negros simplemente con escuchar un trueno, o cuando haya un destello que recuerde remotamente a aquel primer rayo que pudo haber generado un importante daño en tu vivienda.
Por mi experiencia en consulta, esa primera vez que origina la memoria procedimental puede ser habitualmente alguna de estas situaciones:
Accidentes. Por ejemplo accidentes de tráfico, o practicando algún deporte.
Atracos
Desastres naturales
Maltrato físico o emocional por parte de un progenitor
Violaciones
Atentados
Intervenciones quirúrgicas con dolor
Sensación de gran desamparo, desatención o desprotección durante la infancia.
En cualquiera de estos momentos tan duros, desconectarse del momento presente que está resultando muy doloroso puede resultar razonable. Pero esa desconexión puede abrir un camino para que vuelva a aparecer y reaparecer la desconexión en dos tipos de situaciones:
Cuando algo recuerda el evento traumático. Por ejemplo, un olor, un sonido, una sensación física en la piel, un pensamiento o idea, un lugar, etc.
Cuando el cerebro experimenta una sobrecarga de procesamiento mental, normalmente antes situaciones de alto estrés. Podría ser por estrés laboral, o por tener que enfrentarse a algo que genera miedo, o a algo que supone una gran responsabilidad.
El tratamiento de las disociaciones es un tratamiento psicológico llevado a cabo por profesionales de la psicología expertos en disociación. En algunos casos se puede requerir de medicación psiquiátrica.
El tratamiento en psicoterapia es una terapia verbal centrada en la identificación de las señales corporales que inician la memoria procedimental. Mediante una serie de técnicas, se controlan y reconducen estos cambios corporales precursores de la disociación. Además de esto, tiene una importancia basal el entrenamiento para controlar los elementos estresores que pueden iniciar este patrón aprendido. Este tipo de tratamientos enseñan al paciente a generar voluntariamente una re-conexión entre su mente, su cuerpo, y el momento presente. Otros tratamientos como el EMDR se han mostrado también eficaces.
Si te interesa el tema de las disociaciones, en este vídeo te explico mucho más acerca de las causas, síntomas y el tratamiento de las disociaciones en salud mental.
Muchas son ya las personas que conocen el secreto del bienestar en pareja o en cualquier tipo de relación personal. Lo puedo desvelar ya sin esperar al final del artículo. Tener una buena relación contigo mismo.
Todos conocemos a alguien, y si no lo conoces es que eres tú, que cuando se levanta por las mañanas, está pensando en lo que tienen que hacer los demás. Mi pareja: seguro que no ha hecho eso que le pedí. Mis compañeros de trabajo: a ver si adelantan la tarea porque hasta que no terminen su parte yo no puedo continuar. El repartidor: si no me llega este material hoy, quedaré mal con mi cliente. Mis alumnos: Como no estudien con tiempo suficiente suspenderán y no estarán motivados con mi asignatura.
Estas situaciones cotidianas tienen algo en común:
-En este momento no dependen de nosotros mismos, pero en todas ellas tenemos una pequeña parte de responsabilidad. Que es sólo eso, una parte.
-Nos ocupa mucho espacio en la mente lo que otras personas deben hacer.
-Esos pensamientos no nos permiten centrarnos en lo que de verdad sí podemos avanzar.
-Todas son situaciones que nos estamos imaginando, son futuras y no han ocurrido.
-Nos invaden las emociones negativas hacia otros.
-Entramos en bucle.
-Perjudicamos nuestras relaciones.
Vamos a preguntarnos: ¿qué gano pensando así? NADA. Lo único que hacemos es cabrearnos con el resto del mundo cuando los demás no se han dado ni cuenta, ya que la situación en realidad no existe, es futura.
Entonces ¿qué podemos hacer para sentir mayor bienestar en nuestras relaciones?
Algunas costumbres que pueden servirnos son:
1-Ayuda a otros en la medida que podamos, ya que el retorno suele ser positivo y multiplicado. Cuando estás disponible para alguien, esa persona automáticamente se vuelve disponible para ti.
2-Entiende lo que depende de ti para tomar acción y sentirte muy satisfecho con el resultado. Si lo conseguimos aumente nuestra felicidad.
3-Piensa qué puedes hacer ahora mismo para alcanzar esa meta que es tuya propia. Cuando las metas son elegidas por nosotros mismos, les ponemos más pasión.
4-Tienes que saber que la gran mayoría de las personas tienen buena intención con sus actos hacia ti. Seguramente no les habías expresado bien lo que necesitabas.
5-Permítete tiempo libre para desconectar si algo te está bloqueando. Te lo mereces.
6-Si no ha ocurrido… ¡aún no existe! No culpes a otras personas anticipadamente… y a ti tampoco.
7-Siempre habla bien del resto de personas. A nadie le apetece estar con gente que habla mal de otros, se pierde toda la energía.
8-Cuando alguien haga algo que te guste, díselo! No te cortes, el trabajo bien hecho merece recompensa.
No somos perfectos y tener emociones negativas es tan “normal” como tenerlas positivas, por eso cuidar la relación con nosotros mismos es lo mejor que podemos hacer. Hablarnos bien, no sentirnos culpables de nuestros pensamientos, y sobretodo pedir ayuda cuando la necesitemos.
Te sorprenderás de los resultados tan grandes con unas acciones tan pequeñas.
Siempre les digo a mis pacientes que cuando alguien tiene un problema de adicción es la punta del iceberg lo que se ve. La adicción eclipsa un mundo complejo y enmarañado al que le es difícil salir.
Desaprenden formas de gestionar el dolor emocional, como lo harías tú o yo. Es decir, si piensas en algún momento de tu vida donde aparece la frustración, el estrés, la ansiedad, la ira, etc… por tanto, malestar emocional intenso, solemos canalizarlo haciendo deporte, hablándolo con alguien o viendo una serie. ¿Verdad?
Pero cuando entras en ese círculo vicioso, el dolor emocional es gestionado de la única forma automática que saben, mediante la adicción. Es un refugio emocional para ellos que momentáneamente les alivia, pero la realidad es que hace que los problemas se magnifiquen.
La adicción se convierte en una espiral que va enlazando por tanto, parche sobre parche, y como he comentado antes, desaprendiendo para automatizarlo con la adicción.
Por poner un ejemplo. Imagina que llevas una semana con varios problemas acumulados, varias discusiones, no estás durmiendo bien, tienes problemas con tu pareja y no te gusta lo que ves cuando te miras en el espejo, y ese día, te tomas un par de cervezas donde encuentras que parece que los problemas son menos problemas….
Días más tardes, en una situación parecida, tu cerebro te recuerda lo bien que te sentaba y qué bien te iba ese par de cervezas, y lo vuelves a hacer. Con lo que poco a poco, vas refugiándote en el alcohol, en vez de enfrentarte a lo que temes, y ser resolutivo.
La adicción hace que nos anulemos emocionalmente. Aparece lo que llamamos el personaje, y empezamos a activar ese piloto automático, que parece que no siente, que no percibe en el espiral donde se está metiendo. Y es entonces cuando empiezas a vivir la vida de una forma anestesiada.
¿Te sientes identificad@? ¡Aprende a vivir la vida sin anestesia emocional!
Por Marian Martín. Directora y Psicóloga de IAN DE PSIQUE.
Al monstruo negro que está en la pared, y que me viene a buscar cuando estoy en la cama.
¡Qué no niña mía, que no! ¡Qué los monstruos no existen!
Y así una no combate el miedo, aprende a buscar consuelo en conejitos y muñecas que abrazan la noche teñida de músculos contraídos y agudeza sensorial.
¡Luis tengo miedo!
¡Miedo! ¿A qué preciosa mía?
A que todo esto esté mal, a que mis padres se enteren, a que me haga daño, a que ¡luego que pasará!, a que no sé lo que debo hacer, a quedarme embarazada.
¡Qué no preciosa mía, que no! ¡Qué yo te quiero y lo demás no existe!
Y así una aprende a buscar en el tabú y en lo prohibido las justificaciones que te hacen “mayor”, una aprende a vencerlo desde la mentira, una aprende a mezclar los sentimientos con la razón.
¡Marisa tengo miedo!
¡Miedo! ¿A qué amiga mía?
A la responsabilidad, a fracasar, a quedarme sin trabajo, a que Jorge me engañe, a que el niño venga bien, a sufrir.
¡Qué no amiga mía, que no! ¡Que eso sólo son fantasmas que no existen, sólo son tus pensamientos!
Y así una no combate el miedo, aprende a darle la cara, a rebozarlo con carácter, con lucha, con tesón y alegría, y acaba una creyendo que se ha comido el miedo porque debe empezar a comer de los miedos ajenos.
¡Hijo tengo miedo!
¡Miedo! ¿A qué mamá mía?
A que no te vaya bien en la vida, a que te equivoques, a que sufras, a que tengas miedo.
¡Qué no mamá mía, que no! ¡Qué yo sé bien lo que hago, que ya no soy un niño!
Y así una retoma el otro miedo, aprende a tener miedo para los demás, aprende a ser valiente sobre todo con los seres queridos, haciéndose fuerte y débil a la vez, adornándolo con experiencia que es el lazo más apropiado.
¡Maribel tengo miedo!
¡Miedo! ¿A qué Maribel?
Pues tengo miedo a que ya no tengo miedo
Y así el miedo se convierte en un bastón donde sabes te has apoyado toda la vida y, sin darte cuenta te ha acompañado durante el transitar y al final, ya no tiene fuerza sólo en la forma, ya no te paraliza, ya te advierte que enfrentes las cosas.
Te permites diferenciar el enfrentar al afrontar.
Enfrentar con batalla, con cierta resistencia sabiendo que al final recogerás cadáveres en algún u otro lugar.
Sin embargo, al afrontar, con actitud de reto de logro de estímulo por crecer, solo sacudirás el polvillo que ha podido dejar el esfuerzo y el valor.
¡Eso sin miedo!
Con conciencia del miedo ajeno y lejos muy lejos de todos los que uno ha sentido hasta ese día.
Hace algún tiempo tuve la oportunidad de leer el libro “Curso de vuelo para constructores de sueños” de Marta Ligioiz.
Teniendo como referencia esta novela, cuya lectura recomiendo, quiero participar en esta nueva iniciativa de Asnie con una pequeña reflexión. De lo que quiero hablar es del poder real o capacidad, que podemos tener todos nosotros, para dar la vuelta a las circunstancias del día a día que sentimos como adversas, bien sea en nuestro ambiente personal, familiar y laboral.
Las situaciones y conflictos, que nos afectan y bloquean, si somos capaces de plantearlos a través diferentes escenarios, podemos convertirlos en oportunidades de mejora que realmente nos hacen crecer como personas y profesionales.
El handicap que debemos vencer para que esta capacidad se asome ante nosotros, tiene dos soportes: Hay que tomar conciencia de nuestras propias emociones y hay que aprender a tomar distancia emocional sobre dichas situaciones.
Pero los humanos somos emoción en estado puro, y es así. Habitualmente actuamos a partir de nuestros primeros impulsos y emociones. La llamada a la racionalidad o a nuestra inteligencia emocional tarda en llegar, y en muchas ocasiones ni siquiera llegamos a apreciar que alguno de estos mecanismos se ha puesto en marcha.
No estoy diciendo nada nuevo que no esté escrito, pero sí que quería confirmar a través de mi propia experiencia, y de la observación del entorno que me rodea, la existencia de esta capacidad.
Esta particular forma de ver y entender las situaciones, no es fácil de asimilar ni de poner en práctica, pues está condicionada por nuestro propio carácter, y por el tan aludido “ego”, pero no hacer este ejercicio limita nuestras oportunidades de evolución, cambio y mejora que se nos van quedando por el camino, y de las cuales, y desde la madurez, somos los únicos responsables.
Si en este sentido, y a partir de esa reflexión, puedo aportar un granito de arena, me doy por satisfecha. Ojalá nos enfrentáramos al mundo con la mirada y la actitud del aprendiz, para lograr estos cambios en nosotros mismos, que contribuyen realmente a hacer un mundo un poco mejor.
Este sitio web utiliza cookies para que usted tenga la mejor experiencia de usuario. Si continúa navegando está dando su consentimiento para la aceptación de las mencionadas cookies y la aceptación de nuestra política de cookies, pinche el enlace para mayor información.plugin cookies